lunes, 14 de abril de 2014

Querido diario...Sálvalo


Querido diario…Elizabeth Masen…crepúsculo años atrás.

La influenza atacaba nuestro país con saña, con maldad, como si quisiera acabar con todos nosotros de una vez, eso sin dejar de lado el alistamiento para el ejército, Edward mi hijo deseaba con fervor ir con ellos pero a mí me aterraba que fuera, las historias de guerras y luchas eran devastadoras, por nada del mundo deseaba esa vida para mi hijo, él estaba predestinado a algo más.

Pronto la enfermedad nos alcanzó a los tres casi al mismo tiempo, pero para cuando empezaban a curar a la gente ya era demasiado tarde, al menos para mi esposo Edward ya que la epidemia lo había alcanzado unos días antes que a nosotros y solo pudo resistir unos cuantos días, un día al dormir ya no despertó, nos dimos cuenta de que él ya había muerto.

Edward mi hijo también cayó en cama, y seguido por él, yo, el hospital estaba repleto, no cabía ni un alma más, no por nada la llamaban epidemia, niños, mujeres y hombres morían hora a hora, incluyéndonos a nosotros.

Poco sabía de mi hijo a pesar de tenerlo tendido al lado mío, las enfermeras y doctores eran realmente escasos para cuidarnos, en ocasiones tardaban en notar que seguíamos allí, no los culpo en sus manos estaban miles de vidas, poco podían hacer, no eran más que personas.

Fue allí cuando lo vi, un hombre rubio de ojos amarillos, pálido y ojeroso pero no por menos amable y dispuesto a ayudarnos.

Él parecía no cansarse a pesar de las horas que trabajaba sin parar, él no me veía observarlo pero yo veía en él algo más, la precisión de sus movimientos, la agilidad y velocidad con la que aplicaba las inyecciones y que al atardecer siguiera con la energía del primer momento de la mañana me dejaba realmente impresionada.

Su piel era fría aunque no podía asegurarlo totalmente, mi temperatura era por mucho más alta de lo normal, la de todos los enfermos allí lo era, pero aún así no era normal.

En ocasiones y cuando mi hijo dormía, yo cruzaba a penas unas palabras con él, aquél doctor que nos cuidaba con detalle y amor a lo que hacía, supe que se llamaba Carlisle, y que nos cuidaría hasta que nos recuperáramos pero yo sabía que yo no volvería a poner un pie fuera del hospital.

Pude notar que él nunca enfermó como algunos otros médicos, era inmune a la enfermedad puesto que no llevaba ninguna protección, no quería esforzarme de más pero podía ver que Carlisle tenía algo fuera de lo normal.

Las fuerzas en mi estaban por terminar, me sentía débil y Carlisle pudo notarlo por que casi no se alejaba de Edward y de mí, él decía que Edward se iría antes que yo pero yo no vería a mi hijo morir, no, él viviría.

-Carlisle…-susurré utilizando las pocas fuerzas que me quedaban, Edward no podía oírme de eso estaba segura, de haberlo hecho se hubiera girado hacia mí.

-Elizabeth no hables, te cansarás de más-me pidió él, yo ya lo consideraba un ángel, uno que nos cuidaba a ambos.

-Salva a mi hijo-le pedí apenas viendo su rostro.

-¿Cómo quieres que lo salve?, hago todo lo que puedo pero la medicina…-empezó a decir a alarmado pero lo tomé de la mano interrumpiéndolo.

-Haz lo que incluso otros no pueden, se que solo tú puedes salvarlo…-mi voz se desvanecía pero estaba segura que me había escuchado.

-¿Estás segura de lo que me pides? Yo no estoy seguro…-me dijo con su voz dulce a la que me había acostumbrado.

-Promételo-le pedí con las últimas fuerzas que me quedaban.

-Lo prometo-juró y entonces supe que Edward viviría, no logré saber lo que era Carlisle pero no importaba, estaba completamente segura que mi hijo estaría a salvo con él y que de alguna u otra manera, aquél ángel cumpliría su promesa…

Elizabeth Masen
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Bueno espero les haya gustado, siempre quise saber algún pensamiento de la mamá de Edward y salió esto, espero que aunque sea corto sea de su agrado  los quiere JessiYoce

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